Los primitivos habitantes del Norte Verde rendían culto al dios Inti, representado por el sol y también a Pichidangui, Incahuasi, Gualliguaica y Pichicuy.
Inti era lo máximo, el dios de todo. Pichidangui estaba representada por el amanecer y por la época en que arribaba la primavera; su figura de mujer bella y sabia, portaba la alegría. Incahuasi era un varón fuerte; su alegre presencia trata el día y el verano. El invierno y la noche eran regidos por la semidiosa Gualliguaica que, ayudada por las lunas del medio año, era portadora de lluvias, tormentas y nevazones. Pichicuy, enamorado de Pichidangui, viajaba en las alas del otoño y del crepúsculo; entre la pareja se interponía celosamente Gualliguaica con su figura fría, despiadada y oscura, separando a los eternos amantes.
Inti disponía del ciclo de esos itinerarios temporales que caracterizaban las traslaciones de esos cuatro semidioses, llevándolos diariamente y a través de las estaciones del año, por llanos, quebradas y montañas, sitios en que los primeros habitantes de la zona lentamente formaban sus familias, clanes y pueblos.
La leyenda deja esos cuatro personajes sellados en la magia de la superstición y las maravillas de la mente humana. La realidad los mantiene aún en sitios que llevan esos nombres.
Pichidangui, con su belleza dorada, permanece siempre cerca de su amado Pichicuy. Gualliguaica ubica sus noches frías en el valle elquino e Incahuasi, cálido se alza en el extremo norte de la regían. Cuatro sitios reales, surgidos desde lo más profundo de las creencias y las supersticiones de nuestros antepasados.
|